

Cultivo
Dentro del territorio de Tenka, existe un término que para los extranjeros puede sonar peculiar o extravagante, pues no se trata de labrar la tierra y cosechar sus frutos. Se refiere a cultivar la energía interna, el Qi, con el propósito de fortalecer el cuerpo, alargar la vida, alcanzar mayores alturas y, como meta final, lograr la inmortalidad.
Según la leyenda, TaiYang, el dios solar, compartió con los mortales el don de las artes marciales y, con él, el conocimiento para cultivar el Qi. Al hacer circular la energía interna que está presente en todas las personas, a través de los meridianos distribuidos por todo su cuerpo, los guerreros descubrieron que se volvían más fuertes, más rápidos y más resistentes. Conforme seguían el camino del cultivo, los practicantes más avanzados comprendieron que el cultivo del Qi no solo aumentaba su poder marcial, sino que prolongaba su vida y los acercaba a la inmortalidad.
Con el avanzar del tiempo, el cultivo del Qi evolucionó y se diversificó, dando origen a numerosas escuelas o como son conocidas en la actualidad; sectas, cada una con sus propias técnicas, doctrinas, creencias o peculiaridades en el camino del cultivo. Algunos cultivadores buscaban la inmortalidad, otros la iluminación, otros la supremacía marcial, sin embargo todos seguian el gran Dáo; el gran camino, la verdad absoluta escondida para solo aquellos que se atrevieran a buscarla.
Y así como sucede con la magia o las artes onmyoji, el talento para el cultivo era innato. Había quienes podían alcanzar mayores alturas con la mitad del esfuerzo que otros, aquellos dotados con constituciones especiales que facilitaban la ejecución de técnicas de cultivo o quienes podían producir más Qi al meditar.
Eventualmente surgieron practicantes, cultivadores, que llevaron su entrenamiento hasta las más altas cumbres, liberando su carne de las restricciones terrenales y su alma de las reglas kármicas, alcanzando la verdadera inmortalidad, de la cual sólo gozaban las deidades y algunas criaturas divinas.
Y cuentan las leyendas, que algunos inmortales dieron un paso más allá y lograron convertirse en deidades verdadera, ocupando uno de los 108 asientos en la pagoda celestial.
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NIVELES
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Las distintas sectas a lo largo de Tenka establecieron un sistema de niveles que servía como indicador del avance en el cultivo de los practicantes. Este sistema se basaba en puntos de inflexión que ocurrían en el arduo camino hacia la inmortalidad de los cultivadores. Cada nivel representaba una etapa en el camino de la cultivación, marcada por transformaciones internas y un aumento en el dominio del Qi.
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Iniciado : El primer paso en el gran camino
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Tal como se indica, un iniciado es alguien que ha comenzado su camino en la cultivación, aprendiendo una técnica y ejecutándola para hacer fluir la energía interna por su cuerpo. En este nivel, un iniciado no es muy diferente de una persona normal que practica artes marciales, ya que aún no ha alcanzado un dominio significativo del Qi ni ha experimentado las transformaciones que lo separan del común de los mortales. Sin embargo, es en esta etapa donde se sientan las bases para el desarrollo futuro y el perfeccionamiento de sus habilidades.
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Practicante: Apertura de las puertas terrenales.
La apertura de las puertas terrenales representa el primer punto de inflexión en el camino de los cultivadores. En esta etapa, los meridianos del cuerpo han sido nutridos con suficiente Qi, permitiendo que se abran y comiencen a absorber la energía que fluye por la tierra y el cielo a través de las líneas de ley. Este logro marca el inicio de las primeras transformaciones físicas en los cultivadores: sus constituciones mejoran de manera formidable, volviéndose más sanos y robustos. La fortaleza física aumenta notablemente, y los cuerpos de los cultivadores ya se diferencian de las personas comunes.
Experto: Apertura de las puertas Celestiales.
Donde la mayoría de los cultivadores se estancan y su progreso se detiene es en la apertura de las puertas celestiales, el primer gran muro en el camino de la cultivación. Superar este obstáculo es un logro que consagra a quienes lo alcanzan como expertos indudables. La apertura de las puertas celestiales marca el siguiente paso en el manejo y control de la energía interna: los cultivadores se vuelven capaces de proyectar su Qi fuera de sus cuerpos, dándole forma y ejecutando a través de él artes místicas, ataques de fuerza inimaginable e, incluso, la manipulación de objetos mediante telequinesis.
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Maestro: Testigo de los secretos universales
Más allá de los expertos, cuando los cultivadores tienen su primer contacto con el Gran Camino, con el “Todo”, su entrenamiento alcanza un nivel en el que el cuerpo experimenta una transformación elemental desde sus bases. Esta metamorfosis profunda abre sus sentidos, permitiéndoles percibir verdades ocultas para los ojos ordinarios. A partir de este punto, los cultivadores pueden ver fantasmas, espíritus, auras e incluso vislumbrar retazos del futuro. La realidad se desvela ante ellos de una forma nueva y poderosa, otorgándoles un conocimiento y una percepción más allá de lo común
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Trascendente: Más allá de los límites mortales
La trascendencia representa, sin duda, el mayor obstáculo para los cultivadores. En esta etapa, cuerpo y alma se alinean en una armonía perfecta, elevándose a niveles que casi ningún mortal puede alcanzar. Sin embargo, esta hazaña no pasa desapercibida para los cielos, que desatan su furia contra aquellos que han descubierto los secretos celestiales y buscan liberarse del ciclo natural de la vida. Los cultivadores enfrentan una tribulación en forma de rayos, una prueba devastadora que deben superar para templar su cuerpo y desprenderse de los límites mortales.
Aquellos que logran sobrevivir a esta tormenta divina y vencer la tribulación se convierten en trascendentes, alcanzando un estado de existencia superior. Muchos de ellos ganan habilidades únicas derivadas de su superación, como el control refinado de los elementos o la capacidad de elevarse y volar por los cielos.
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Santo: Desprendimiento de las ataduras
El penúltimo paso que un cultivador debe alcanzar antes de obtener la verdadera inmortalidad es cuando su alma se eleva a un nuevo nivel de existencia, adquiriendo la capacidad de sobrevivir sin depender de un cuerpo físico. En este punto, son reconocidos como santos. Se dice que los santos tienen la capacidad de desatar tormentas, provocar vendavales e incluso enfrentarse, por sí solos, a ejércitos de miles de hombres. Además de su inmenso poder, su esperanza de vida se extiende significativamente, alcanzando al menos un par de miles de años, lo que los convierte en figuras de leyenda dentro del mundo de los cultivadores.
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Inmortal
El destino final anhelado por todos los que han emprendido el camino del cultivo es la verdadera inmortalidad, la iluminación suprema. En este estado, el cultivador entra en contacto con las verdades fundamentales del universo, liberando su alma de las reglas kármicas y ganando independencia del gran ciclo de la vida y la muerte. En este nivel, el cuerpo ignora el paso del tiempo: la carne no se pudre, la sangre nunca se seca, y el cultivador alcanza una existencia eterna.
Los inmortales son las figuras más poderosas a las que cualquier individuo puede aspirar. Su poder rivaliza con el de los dragones verdaderos de antaño, criaturas cuyo dominio sobre las fuerzas naturales es legendario. Además, aquellos que alcanzan la inmortalidad se convierten en candidatos dignos de ocupar uno de los asientos divinos en la Pagoda Celestial, en caso de que alguna vacante se presente.