

Teologia
Escuchad con atención, pues esta historia aconteció hace eones, cuando el continente ni siquiera existía. Cuentan que una entidad primordial, nacida del equilibrio perfecto entre el caos y el orden cósmico, se dividió en dos: Shenfu, el padre unificador, señor de los elementos y de la justicia; y Shenüa, la madre celestial, tejedora del destino y dadora de vida. Ambos eran seres diferentes, independientes, pero paradójicamente seguían siendo uno solo. El ying y el yang.
Sendos dioses erigieron grandes montañas, pilares divinos que elevaron el cielo que constreñía la tierra. Al ver que esta estaba totalmente desolada, Shenüa vertió sus lágrimas amargas, que se convirtieron en manantiales y ríos, y Shenfu decoró el continente mas tarde llamado Tenka, con vegetación abundante. La armonía de sus poderes actuando en conjunto, dieron paso a todo tipo de formas de vida.
Sin embargo, sintieron que faltaba algo. Shenfu creó estatuas de arcilla, similares a sí mismo y a Shenüa, y esta les insufló vida, marcando así el origen de la humanidad. Sin embargo eran una especie débil y salvaje que luchaba con violencia por el control del territorio, terminando por masacrarse entre ellos.
Para poner fin a esto, de la unión de estos dioses nacieron cuatro seres divinos: que representan respectivamente los astros del cielo, la luna y el sol, y que regirán el mundo de los mortales la tierra y los mares. ellos serian los cuatro dioses principales que gobernarían el mundo.
Así pues, Shenfu y Shenüa satisfechos dieron luz también a una comisión de dieciséis divinidades mayores que asistiesen a los cuatro grandes señores
Entre las dieciséis altas divinidades destacaban las cuatro grandes bestias divinas; la tortuga negra, el tigre blanco, el dragón de jade y el ave bermellón. Quienes tomaron poder y dividieron el continente en cuatro tomando cada uno de ellos una porción de tierra para preservar y proteger. La tortuga se quedó con el norte, el tigre con el oeste, el dragón con el este y el ave con el sur, siendo sus reyes, guardianes y protectores, que impartirían el orden para evitar así que los humanos volviesen a luchar entre hermanos.
Mas tarde nacerían treinta y dos divinidades medianas con propósitos similares, protectoras de los atributos de la humanidad, que darian dones, regalos y virtudes a los mortales. Por último, también entrarían en escena cincuenta y seis deidades menores que cumplirían otro tipo de funciones en pos del equilibrio.
Así pues, el continente se llenó de vida y paz.
La última gran obra de Shenfu y Shenüa, fue elevar al cielo, más allá de las nubes, una isla donde se erigió una enorme pagoda: el mundo celestial, donde residirían todos los dioses. Cada uno de los pisos de aquella maravilla arquitectónica, era un mundo en sí mismo, un divino reflejo de la belleza en la tierra la cual empalidecía frente a estos micros cosmos. Las plantas se organizaron según la jerarquía, siendo el piso más bajo el hogar de las deidades menores, los espíritus, o de aquellos humanos que hubiesen logrado trascender a la inmortalidad; el segundo pertenecería a los dioses medianos, altos funcionarios de la harmonía celestial; el tercero, el reino de los dioses mayores, señores de los ministerios divinos; el cuarto, jurisdicción de las cuatro deidades principales, y también punto de encuentro para reuniones de gran importancia; y el último, el quinto piso, divino mirador de las estrellas, paraíso prohibido de extrema belleza, donde tras terminar de construir todo aquello, Shenfu y Shenüa, sintiéndose satisfechos con todo lo que habían conseguido, se retiraron y desaparecieron. Muchos afirman que volvieron a convertirse en uno solo, que se fundieron con el cosmos, o que simplemente accedieron al descanso eterno. Lo único seguro, es que el mutismo se apoderó del quinto reino divino, y nunca más se supo de ellos.
Todo lo que suceda en el reino celestial, repercute en el plano mortal.