Las cuatro grandes bestias divinas

Entre todos los dieciséis altos, una comisión de cuatro de ellos fue designados para mantener el equilibrio entre deidades y mortales en la tierra de Tenka.

 

Cada uno de ellos ocupaba uno de los cuatro puntos cardinales

 

DàiZhé Guī 黛哲龟, Tortuga negra: La bestia protectora, El dios de la fortaleza, una criatura divina tan antigua como la misma tierra. Nació en los primeros ríos que Shenüa dibujó, emergiendo de las aguas primordiales. Con el tiempo, absorbió de manera natural el Qi de las líneas de ley, creciendo hasta convertirse en un coloso tan imponente como una montaña.  

 

Fue designado como guardián de las tierras del norte. 

 

ShuangHào Hǔ 霜皓虎, Tigre blanco: La bestia del Trueno, el dios de los rayos. La leyenda cuenta que solo una criatura podía desafiar la tiránica fuerza de los dragones verdaderos: el legendario tigre blanco. Esta criatura  reinaba sobre las montañas, donde descubrió por sí misma los secretos marciales y desentrañó los misterios del todo. 

 

Designada como el guardián de las tierras del oeste. 

 

Qīng YùLóng 青玉龙, Dragón de jade: El guardián de los misterios, dios del destino, es el líder de la tribu de dragones verdaderos que habitaban la tierra de Tenka antes de que las deidades tomaran el control. Fue él quien decidió someterse a la autoridad de los dioses, un acto que marcó el inicio de una nueva era.

 

Las leyendas narran que las minas de jade esparcidas por todo el imperio nacieron de las escamas que mudaba que cayeron enterradas en la tierra.

 

Designado como el guardián del este,

 

YànYǔ Fèng 焰羽凤, Ave bermellón: La Señora de la eternidad, diosa de la vida, es el ave inmortal que renace del fuego. Según la leyenda, nació cuando el volcán más grande del continente exhaló su último aliento, bañando la tierra en llamas y calcinándola. Sin embargo, de esas cenizas, emergió nueva vida y surgieron las tierras mas fértiles. Representando el ciclo de la vida, muerte y reencarnación. 

 

Designada como guardiana del sur. 

 

Como protectores del equilibrio, las deidades fueron las que más amaron y guiaron a los mortales. Entregados a su deber, observaron con sumo cariño cómo estos progresaban en su existencia. Sin embargo, por alguna razón, sus asientos siempre permanecen vacíos en las reuniones de los 108, y ninguna deidad se atreve a pronunciar sus nombres o mencionar información alguna sobre ellos.